30 de dez. de 2013

91-esp- CUENTO NAVIDEÑO - MUÑECO DE LATA



CUENTO DE NAVIDAD 2013

Yo vi cuando, antes de salir, él se quedó mirando aquella reproducción de una vieja foto en que yo, cliente usual, no había prestado nunca atención. Era una ampliación enorme, que fuera transformada en el logotipo de la casa. Y él era un hombre negro muy bien vestido, pero con simplicidad.

Ya lo había visto a la entrada, cuando fuera directamente para el mostrador  y se quedara platicando simpáticamente con el empleado del pequeño bar donde estaba yo. Poco después se había puesto un delantal muy blanco y empezó a lavar unas copas mientras apuntaba para el comedor haciendo gestos al empleado para que recogiese toda la vajilla que estaba en las mesas y ya no era necesaria.

Acabé pidiendo más café cuando él se acercó a mí, preguntando si podía tomar la copa vacía. Me di cuenta de que él estaba un poco nervioso.

- ¿Es el patrón? – pregunté
- Sí, señor – y regresó al mostrador, atareado.
Un poquito después de haber salido el patrón, se aproximó sonriente, y lo sentí preparado para hablar un poquito más.
- ¿Y él queda así, lavando vajillas? - me sorprendí
- ¡Sí, le gusta! – me contestó desconcertado. – Siempre hace eso cuando viene aquí. Mira las cuentas, mira si alguna cosa es necesaria, y pasado un poquito se va. Pero siempre atiende a algún cliente, o lava él mismo alguna vajilla, o algo así. Y mire que no es por necesidad. Hoy, él y su hermana son dueños de una red enorme de pequeños comedores como este, siempre muy próximos a terminales de autobuses o estaciones de trenes.
-Ah sí? – añadí, sólo más para dar más seguimiento a la conversación
-Sí, señor. Nada muy lujoso, como puede usted ver. Apenas pequeños lugares agradables donde se puede descansar un poco, o marcar un encuentro con alguien , o simplemente comer una comida sencilla y barata  pero muy limpia!
- Parecen gente muy buena, ¿verdad?
- Sí señor, muy buena. Algunos dicen que han pasado por dificultades cuando eran niños.  Que trabajaron mucho para conseguir tener alguna cosa propia. Son muy humanos, sí.

Entonces, otros clientes llamaron la atención del mesero, que fue a atenderlos. Mi atención recayó sobre la foto del logotipo, en la entrada. Había en ella alguna cosa vagamente familiar. Un poco más tarde, el hombre regresó  para mostrarme una foto de dimensiones normales.

-Esta es la misma foto sin ser ampliada! – dijo – Los dueños insisten en que la exhibamos a todas las personas que se muestren interesadas en la foto del logotipo. Ellos dicen que un día alguien va a ver esa foto y se acordará de ellos .

Tomé la foto de sus manos y la observé con cuidado. Eran dos niños negros, muy sonrientes, uno a cada lado de un muñeco hecho con una lata de combustible muy oxidada. Sonreí yo también de sus expresiones de intensa felicidad.

El gorro del muñeco había sido hecho con un saco de cemento, el papel sucio con barro rojo, y no fue sencillo mantenerlo derecho para sacar la foto.

Los ojos habían sido improvisados con dos páginas de agenda recortadas en círculo, y dos  tapas negras de cajitas de película fotográfica. Su boca fue dibujada con carbón, abierta, en una inmensa risotada.

Después de haber hecho  agujeros con un clavo y colocado muchos pequeños pedacitos de cuerda deshilachada, con nudos en las puntas por dentro, para que se no saliera, y quedara una barba bastante razonable, un poco más cerrada de un lado que del otro, pero seguía siendo una barba…

Y con todo eso, o a pesar de todo, se convirtió en un muñeco que los niños habían adorado, a pesar de aquel aire de polvo sucio, del viento constante de la planicie y del hambre tan presente en aquel pueblito remoto de África, cerca de una estación de trenes incongruente, donde nadie llegaba o partía, y donde una mata rala crecía en el medio de los carriles…

“-¿Quién es ese ?” – habían preguntado los niños
“-¡Ese es Santa Claus!”- dijo Ramón, un amigo de lengua española
“-En mi tierra se llama Papá Noel…”, dijo mi colega brasileño
“-¡Bueno, para mí es Pai Natal!”, contesté, riéndome con ellos
“-Tiene tres nombres…”
“-Ih…tiene muchos, pero siempre es el mismo! Y siempre viene en este día a traer regalos para los niños.”

Los niños se quedaron desorientados. No sabían qué eran regalos…
“-¡Comida!” – expliqué prosaicamente. Y entonces ellos rieron mucho…

Fue así que dos amigos y yo acabamos dividiendo alguna comida con esos dos niños que insistían en ayudarnos, y terminamos haciendo una especie de cena con ellos. Era 24 de Diciembre, y la noche ayudaba a no ver, y a olvidar toda aquella miseria en el pueblo más allá del círculo de luz de la hoguera. La broma había surgido de Papá Noel, y se ganó después, para nosotros, el simbolismo de una cena.

 Uno de mis colegas, al saber que no tenían padres, les ofertó algún dinero. Les dije que era el suficiente para tomar el tren y ir a una ciudad grande, lejos de allí. Pero ellos reían tanto del muñeco barbudo, estaban tan felices  conversando en su idioma nativo que nos quedamos con la duda de que hubieran entendido.

Sacamos unas fotos, que más tarde hicimos llegar al jefe de la estación, para que las remitiera.

Ahora, allí en el bar, después de tantos años, el mesero contaba la historia de aquel patrón insólito, yo miraba la lluvia  en la calle, pensaba en aquellos niños de una víspera de Navidad tan lejos de mi vida de hoy, y me reconducía hacia recuerdos de una cena improvisada hecha cerca de una estación polvorienta y de un pueblo sin futuro.

El mesero seguía hablando, y yo quedé sabiendo cómo todos los años, en la víspera de Navidad, ellos abrían las puertas a todos los que querían comer. Y yo recordaba al hombre negro que había visto entrar y salir, que era el dueño de toda una red de pequeños comedores que ya existían en varios países, siempre cerca de las estaciones.

Identificaba en él a aquel niño de la foto, al lado de aquel muñeco de lata con barba de cuerda, riendo mucho con su hermana en un lugar polvoriento de África, casi sin esperanza,  en un día en que alguien les había dado razones para reír.

Miré una vez más el logotipo, pero con otros ojos. Decía:- Santa Claus - Café.

Estaba seguro que, en otros países donde existían los pequeños comedores, no serían en nada distintos de aquel. Apenas el nombre cambiaría un poco. De todas las formas también quedaría escrito cerca de la misma foto ampliada que ahora yo ya reconocía- de un muñeco de lata, con barba de cuerda, y unos ojitos negros, redonditos.




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